Abuela
Madre soltera adolescente en la noche del tiempo
hija del campo pobre y laborioso
semialfabeta por milagro
en un lugar y época en que las mujeres debían aprender
únicamente
los oficios domésticos.
Apenas sobrepasaba la miseria
con su oficio de yerbera partera mortajera cocinera costurera . tamalera tortillera lavandera/
juntando centavo tras centavo
en su puño apretado
que no se permitió ningún pequeño gusto
para tener segura
la tortilla de cada día de sus hijos.
Mas tuvo que correr demasiado y sin tregua
con sus pobres recursos de madre soltera
adolescente y semianalfabeta/
y olvidó
vivir.
Ahora paralizan su forzada carrera
dolores incansables de los huesos y el alma,
voltea
se examina por dentro
sopesa el recorrido
recuenta los momentos que dejó de vivir
por emplumar la dicha de los hijos y nietos;
observa que no tuvo que ser por fuerza así
que tal vez debió aflojar un poco el puño
que tal vez debió escuchar la vez que el amor
llamaba nuevamente
que tal vez no debió purgar su vida entera
el pecado
de ser madre soltera
en una época en que la mujer tenía el único derecho
de autosacrificarse por los hijos.
Ahora
se le olvidan las cosas
se pierde a la vuelta de la cuadra
no mira bien, no quiere usar anteojos
no acepta que necesita ayuda,
reniega con frecuencia
se enoja de repente
y acribilla con las mismas historias sobre la ingratitud
de su familia y de su hijo
-con quien ella esperaba vivir en su vejez-
a todo aquél que tenga las orejas a tiro.
Ahora tiene un tumor de soledad
tan enorme
que es insufrible a veces.
Pero es la abuela
la mujer que nos cuidaba cuando mi madre
andaba en la rebusca/
la persona que dejó de vivir
por emplumar la vida de su hijo y sus nietos
el ser humano que nos salvó en la parte más dura
de mi historia
cuando yo era también madre soltera y no tenía
quien velara el delicada fuego de mi hijo
mientras yo andaba en el trabajo
en la rebusca del alimento y de la dignidad
que como ella no he transado jamás;
y cómo no quererla con todo y sus defectos
cómo no proponerle que viva en mi casa con mis hijos
aunque sepa que es imposible algunas veces,
cómo no desear llevarla conmigo a todas partes
como se lleva un pajarito frágil y tiritante,
cerca del corazón,
para que se desinflame el enorme tumor de soledad
que me le amarga la felicidad que ahora podría cosechar
si aceptara
que ya no hay marcha atrás
que no vivió su juventud
que el tiempo se le va
pero que tiene aún por qué vivir
y que, a pesar de sus defectos y los nuestros,
donde esté la acompaña
nuestro amor.
(Del libro: El Amor y sus Iras)
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