miércoles, 21 de febrero de 2007

Dolamas y otros poemas...


Dolamas

Yo me soñaba una vejez tranquila
me imaginaba a mí
como viejita inquieta y perspicaz
y quizás algo deslenguadilla,
en una casa apartada en el campo
lleno de pinos y de frescos aromas
y de los sueños que nos quedaran
todavía.

Yo me soñaba una vejez tranquila
pero es el caso que
apenas entrando a mis cuarenta
el cuerpo me empieza a dar avisos
de los que es de veras la vejez
y me estorban a ratos las articulaciones
ya necesito anteojos
me ha vuelto la gastritis, ahora sigilosa,
se me olvida más de lo que olvidaba antes
y hasta en la ortografía a veces tengo dudas
la rodilla derecha tiende en lapsos agudos
a adelantarse sola
como si mi actual paso la aburriera
y un dedo que me "golpié" como hace dos años

me comenzó a doler ayer.

Es hasta hoy que entiendo a mi abuelita
cuando nos platicaba de sus raras “dolamas”
de malestares y dolores del más ubicuo origen
y sospechosos de estar relacionadas con la mente
y sobre todo con el corazón.
Ahora sé que sí
que sí venían todas sus dolamas
del cuerpo de su alma

de la sed renegada
de las esperas embalsamadas
que me la deformaban por aquí y por allá
del mismo modo que la “riuma”

tan visible en sus manos.

Yo me soñaba una vejez tranquila
saliendo a caminar por un bucólico sendero
con riachuelo
pajaritos y una naciente de serenidad
oculta entre los árboles,
mas ya me están rondando la dolamas del cuerpo
y con esta rodilla adelantada
no sé si podré para ese entonces
caminar por senderos;

pero más preocupan
las dolalmas
y desde ahora podo algunos sueños
que ya sé que no podré alcanzar
y que ahora me duelen
para que estorben poco en esos años,
si llego.

Mas algunos pendientes
se esconden muy astutos por ahí
burlando
mi juiciosa tijera,

como vos, por ejemplo
(no de vos: de lo que no pudimos hacer juntos),
y temo que les dé por rebrotar
en las raras y ubicuas

dolamas
de las que nos hablaba
mi abuelita.


O quizás, sólo debo esperar
a que el tiempo

realice su trabajo

y se encargue de vos y de las otras
dolamas potenciales

y se queden en mí

como dulces recuerdos de los sueños

que alguna vez
tuvimos.

15/ago/06
(en memoria de abuelita Emilia,
a tres años de su muerte)




La Casa
       
A Thelma Nava y Raquel Huerta
y a todas mis poetas amigas,
conocidas o sólo leídas.

¿Dónde este olor te evoca,
 dónde esta casa te habita desde cuándo? 
 ¿Dónde este mar de paz que te acontece
 al traspasar su umbral?
 
 Mira sin ver la casa, te presiente,
 la mesa y la cocina te salen a tu encuentro
 te abrazan los sillones, el agua refulgente
 la candorosa cama,
 los libros palmotean a tu paso,
 como gato doméstico
 te acechan los poemas desde cualquier rincón.
 Mira sin ver la casa
 y duermes entre su espuma de amorosas luciérnagas
 y en bandadas de versos te despiertas.
 
 ¿Dónde este olor de alma te retiene?
 ¿desde cuándo te alumbran sus paredes,
 desde cuándo te añora este rincón
 en el que ahora escribes,
 que es tuyo desde siempre sin saberlo?
 
 Mira sin ver la casa
  y mira todo.


Viajera, ¿andas en romería de poemas?
 Las poetas te abren de mar a mar

la casa de su pecho
 y descansas, te calmas y apertrechas
 y surges lista para amar 
 en la batalla.
 
 Dic. 05


Poeta


¡Ay, animal amoroso!

condenado a ser piedra que se ablanda

al canto de una piel

o al tañido de un alma.

Animal apartado y ajeno entre las muchedumbres

para vernos de cerca en cada espejo.

Bestia que se desnuda de palabras

para poder leernos

como un dios en un trance de infierno

como una escoba que destila nubes

como mis líneas tuyas.

Descreído animal refulgente de fe

que hurga en sus secretos y los nuestros.

Bestia de piel finísima

que se ahoga en su luz

y en su silencio.

Animal doloroso por amor.

Dic. 05

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